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Miles de puertorriqueños murieron debido al huracán María. Sin embargo, el gobierno de Puerto Rico tan sólo ha identificado oficialmente a 64 víctimas.

Una investigación del Centro de Periodismo Investigativo (CPI), Quartz y The Associated Press ha identificado a 487 víctimas del huracán María, el registro más amplio recopilado hasta ahora de los decesos relacionados al huracán.
Muchas familias nos han dicho que la verdadera causa de las muertes fue la inacción por parte del gobierno.

Un año después, ¿Están el gobierno de Puerto Rico y el federal mejor preparados para la temporada de huracanes? 
“Pues lo cierto es que si viene un huracán de esa índole vamos a recibir igual, un poquito menor o un poquito mayor de devastación. No hay duda de eso”, admitió el gobernador Ricardo Rosselló en agosto.

El huracán María fue en parte un desastre causado por humanos. Aquí se cuenta qué pasó, según los relatos de las familias de cientos de víctimas.

La base de datos

Sept. 20, 2017

María llega a Puerto Rico, dejando a la isla sin electricidad ni cobertura celular. Los suministros de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) se acaban después de dos días.Ocho días más tarde, una investigación del Centro de Periodismo Investigativo (CPI) muestra que murieron docenas de personas más de las que figuran en el saldo oficial, y sugiere que serían cientos. El secretario del Departamento de Seguridad Pública, Héctor Pesquera, niega los resultados del informe. 1 oct.Sólo un 5 por ciento de los puertorriqueños tienen electricidad.

3 oct.

La hija de Luis Manuel Vázquez Rodríguez le encuentra muerto en el baño. El hombre, diabético de 60 años, estaba bien, pero le costó encontrar insulina después de María, asegura la hija. “Todo era un caos. No había acceso a nada, a medicinas”, dice. “Ir a la farmacia eran filas kilométricas”.

3 oct.

Donald Trump visita la isla. “Dieciséis personas certificadas”, asegura, en referencia al saldo oficial de muertes en ese momento. “Pueden ustedes estar muy orgullosos de toda su gente, toda nuestra gente trabajando unida”.

12 oct.

Miembros del Congreso estadounidense exigen una investigación de las muertes relacionadas con el huracán. Trump tuitea: “¡No podemos mantener por siempre en Puerto Rico a FEMA, el ejército y el personal de emergencia, quien ha sido increíble (bajo las circunstancias más difíciles)!”

12 oct.

Joaquín Solivan Ocasio, de 43 años, muere en el Centro Médico de Manatí. Los problemas con la electricidad retrasaron por más de 20 días la diagnosis de un fuerte dolor que sentía en su abdomen, asegura su esposa. Los resultados llegaron dos semanas después de su muerte. “Mi esposo tenía cáncer en la sangre. Una enfermedad tratable se convirtió en una sentencia de muerte por no haber sido atendida con cautela ni interés”.”

15 oct.

Felipe Figueroa Rosa, de 84 años, se despierta en plena noche porque no puede respirar. No podía usar su máquina para la apnea debido a la falta de electricidad. “No teníamos generador”, explica su hija. “Yo llamé a la ambulancia tres veces y nada, nunca llegaron”.  Murió tres días antes de su vuelo para llevarle fuera de Puerto Rico.

20 oct.

El gobierno de Puerto Rico abandona de forma repentina el centro de emergencia que compartía con FEMA y otras agencias federales. Después de eso, los funcionarios federales y los locales trabajan desde distintos edificios. Aproximadamente un 80% de los puertorriqueños sigue sin electricidad.Se llega a una cifra récord de más de 70 casos sospechosos de leptospirosis, una enfermedad bacterial que se transmite a través de agua contaminada.

20 oct.

Alejandro González Vázquez, de 46 años, se suicida en lugar de embarcar en un vuelo de regreso a Estados Unidos. Debido a que no podía comunicarse con su familia, había viajado a Puerto Rico para ver cómo estaban sus parientes y ayudarlos, explica su sobrina. Sin embargo, durante su estancia no pudo obtener su medicación antipsicótica. “Pienso que le afectó todo lo que vio aquí tras el paso del huracán”, dice su sobrina.

30 oct.

El barco hospital de la marina estadounidense USNS Comfort finalmente atraca en San Juan.

16 nov.

El CPI publica los nombres  de 47 víctimas del huracán. El secretario del Departamento de Seguridad Pública de Puerto Rico minimiza la información.

25 nov.

Juana Castro Rivera, de 52 años, muere de leptospirosis. Durante las dos semanas previas Rivera había estado en su clínica local varias veces debido a dolores, pero no fue diagnosticada con una infección bacterial hasta que fue llevada a otro hospital. “Ya era demasiado tarde”, dice su hija.

20 dic.

La red eléctrica de Puerto Rico ha recuperado tan sólo un 65% de la capacidad que tenía antes del huracán.

3 ene.

Patricia Nicole Figueroa Colón, de 18 años, es atropellada mientras cruza la calle por un auto que circula a demasiada velocidad. Ni el semáforo ni el alumbrado de la calle funcionan. “El impacto fue fatal. No la trasladaron a un hospital. Murió en el sitio”, dice su media hermana.

28 ago.

Un estudio comisionado por el gobierno de Puerto Rico estima que 2,975 personas murieron debido a María. El gobierno no actualiza la lista oficial de víctimas identificadas, la cual tiene 64 personas desde diciembre.

4 sept.

En nuestra investigación, los familiares de las víctimas relacionan cada una  de las muertes mencionadas previamente con el huracán María y la maltrecha infraestructura de la isla. Sin embargo, el gobierno de Puerto Rico nunca admitió eso, perdiendo así información clave que podría haber sido usada para prevenir futuras muertes.

Decenas de relatos de familiares de víctimas cuentan cómo cientos de puertorriqueños con padecimientos tratables como úlceras o enfermedades de los riñones murieron de forma agonizante por falta de cuidado médico. El resultado fue un desastre en cámara lenta que duró meses.

La debacle durante los tres meses que siguieron al huracán fue de tal magnitud que cambió el rostro de la muerte en Puerto Rico, modificando la demografía y las principales causas de defunción de la Isla. El segmento en el que más se dispararon las muertes durante los tres meses que siguieron al huracán fue el de los jóvenes adultos en edad productiva —incluso más que entre los viejos mayores de 70 años, a pesar de la percepción generalizada de que el huracán solo afectó a los más viejos y personas con condiciones preexistentes.

Asimismo, la sepsis, que nunca ha estado entre las 10 principales causas de muerte en Puerto Rico – según las agrupan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) – se ubicó en la octava posición durante dicho periodo.

El 13 de septiembre de 2018, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que el estimado oficial de muertes por los huracanes Irma y María era una invención de los demócratas para hacerlo lucir mal, y que las muertes relacionadas al desastre eran pocas. Casi dos semanas después del huracán, el 3 de octubre, Trump visitó Puerto Rico por unas cuatro horas. Del 6 de septiembre de 2017 a esa fecha, Puerto Rico tuvo 640 muertes en exceso comparado con el promedio de muertes de los tres años anteriores, según los datos del Registro Demográfico de Puerto Rico.

A falta de un registro oficial confiable, la información cualitativa y detallada provista por los familiares de los fallecidos al CPI, Quartz y AP, conocida como “autopsias verbales”, es la única fuente de información que puede ayudar a explicar la histórica alza en la tasa de mortalidad después de María.

El alza en causas como la sepsis y la diabetes levanta banderas rojas, pero no cuenta lo que pasó. Otras causas que registraron aumentos significativos de un 20% a un 40% durante los tres meses que siguieron a María son la neumonitis por sólidos y líquidos, la hipertensión primaria e hipertensión renal, la neumonía e influenza, las enfermedades respiratorias, la enfermedad de Alzheimer, las enfermedades del corazón y los suicidios.

Ramona González Muñoz, quien estaba encamada hacía dos años porque sufría de una enfermedad degenerativa del cerebro, desarrolló úlceras al no poderse prender el aire acondicionado de su habitación por la falta de electricidad. Fue llevada a hospitales de San Juan en dos ocasiones para que la curaran y fue admitida, pero en las dos instancias fue dada de alta sin ser tratada porque las instituciones no daban abasto con el hacinamiento que enfrentaban.

Desesperados, el 19 de octubre sus familiares trataron de ingresarla en el USNS Comfort, el barco hospital que la Marina de los Estados Unidos trajo a Puerto Rico en respuesta a la emergencia, pero se encontraron con un proceso complicado de admisión que requería que los pacientes fueran referidos a través del principal hospital público de Puerto Rico, el Centro Médico.

María González, la hermana de Ramona, asegura que el personal del hospital le respondió con evasivas. “Pero está muy mal”, recuerda María que les dijo durante una de las muchas llamadas “¡Al menos permítanle estar en el barco durante unos días porque el calor la está matando!”

Ramona no fue referida. Murió en su casa el 20 de octubre de septicemia, según su certificado de defunción.

Los relatos de los familiares de las víctimas cuentan cómo la gente murió debido a las mismas circunstancias durante meses. “Son muertes que se pudieron haber evitado”, opinó la Dra. Cruz María Nazario, epidemióloga y catedrática del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.

La mayoría de estas muertes ocurrieron en hospitales, que experimentaron un alza en la mortalidad de un 32.3% y estaban prácticamente inoperantes, sin servicio eléctrico, sin plantas eléctricas o con plantas deficientes, y sin reservas de combustible para operar, según testimonios recopilados y visitas realizadas. En decenas de casos los familiares de las víctimas atribuyen la muerte a falta de diálisis, insulina, u oxígeno. Alrededor de 300 personas del registro CPI-QZ-AP murieron de enfermedades crónicas, como diabetes, cáncer y Alzheimer.

Falta de electricidadmuertes

Falta de acceso a cuidado médicomuertes

Daños causados por inundaciones, derrumbes, etc.muertes

Falta de acceso a las comunicacionesmuertes

Falta de comida y aguamuertes

Los principales mecanismos de muerte fueron reportados por los familiares de las víctimas en una encuesta en línea lanzada por CPI y Quartz en diciembre 2017. Aquí se presenta una selección de citas extraídas de las respuestas a la encuesta y de entrevistas de seguimiento.

A pesar de que Puerto Rico tiene una de las tasas de fallo renal más altas de Estados Unidos, los planes de emergencia federales y locales clasificaban la diálisis como una prioridad relativamente baja, dijo Angela Diaz, directora ejecutiva del Consejo Renal de Puerto Rico, una asociación que trabaja para mejorar el cuidado de pacientes con enfermedades del riñón.

Orlando López Martínez, de 48 años, se dializaba desde 2014 como resultado de la diabetes que desarrolló a los 11 años. Tras el azote de María, perdió al menos cuatro tratamientos porque el centro Atlantis en Aguadilla donde recibía cuatro horas y media de diálisis, tres veces en semana, cerró sus puertas. Cuando reabrió, lo hizo racionando servicios porque no tenía suficiente combustible y agua, así es que López empezó a recibir solo dos horas de diálisis por sesión.

“[E]n esos días después del huracán se veía pálido y amarillo, se veía muy mal”, dijo Lady Diana Torres, la madre de Paola, la hija de 10 años que López dejó atrás.

López murió el 10 de octubre. La causa oficial de muerte anotada en su certificado de defunción fue ataque al corazón producido por enfermedad renal. No dice nada del huracán María o la falta de tratamiento de diálisis.

El Departamento de Salud no tenía un plan de respuesta a emergencias de salud pública que explicase a las instituciones de salud y a los pacientes cómo responder ante un desastre y a dónde dirigirse. Seis meses antes del ciclón, el gobierno de Puerto Rico consolidó todas sus agencias de respuesta a emergencias bajo una nueva súper agencia, el Departamento de Seguridad Pública, desmantelando todos los protocolos existentes sin crear unos nuevos para reemplazarlos. Los ex directores de manejo de emergencias de Puerto Rico, Epifanio Jiménez y Miguel Ríos, han dicho que en gran medida este cambio causó la pobre respuesta a la emergencia.

El gobierno federal no le dio la importancia necesaria al desastre. Mandó el barco hospital, el cual no se utilizó, en lugar de enviar tropas que pudieran ayudar a contrarrestar la falta de electricidad y a restaurar las comunicaciones que estaban contribuyendo a la muerte de tantos, dijo el Dr. Irwin Redlener, director del Centro Nacional para la Preparación para Desastres de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Columbia en Nueva York.

“Hubiera sido un trabajo perfectamente apropiado para el ejército de Estados Unidos”, dijo. “Probablemente no haya otra agencia en el mundo tan capaz como el ejército americano para restablecer comunicaciones, establecer sistemas eléctricos temporeros, de reconstruir puentes y de asegurar transporte médico”, dijo.

El secretario de salud Rafael Rodríguez Mercado rechazó solicitudes de entrevista; un vocero del Departamento de Defensa de Estados Unidos no pudo responder a preguntas, citando los preparativos para el huracán Florence. Cuando al teniente general estadounidense Jeffrey Buchanan se le ordenó abandonar la isla en noviembre, Buchanan dijo que el trabajo de reconstrucción quedaba incompleto dada la fuerza de María y el aislamiento de Puerto Rico.

A tres semanas del huracán Saúl Pabey Martínez murió tratando de conectar el hogar de un amigo al sistema eléctrico en Peñuelas. El plan era subirse a un poste de electricidad para tomar corriente, pero Martínez se electrocutó y cayó, de acuerdo con su madre Doris Milagros Martínez. Murió en la ambulancia camino al hospital.

Los trastornos por el huracán duraron muchos meses, resultando en un incremento en las muertes por accidentes.

Entre los adultos jóvenes de 30 a 44 años, las causas apuntan a accidentes y ataques cardíacos, según una revisión de los certificados de defunción y los detalles arrojados por el registro CPI-QZ-AP. Una quinta parte de estas muertes están aún bajo investigación.

En un informe retrospectivo, FEMA declaró que había subestimado la comida y agua fresca que los puertorriqueños necesitarían y las dificultades de hacer llegar suministros a la isla.

Rosselló admitió que erró en el manejo de la respuesta de su administración al desastre causado por el huracán María y prometió medidas para evitar muertes en el futuro, como un censo de personas en condiciones vulnerables para asegurar que reciban ayuda.

Pero, reconoció que Puerto Rico no está listo para enfrentar exitosamente un huracán de semejante magnitud y sostuvo que el sistema eléctrico está “igual o más vulnerable de lo que estaba antes de la tormenta”. Rosselló no concedió entrevista a la alianza CPI-QZ-AP.

El pasado 1 de septiembre el Negociado Estatal para el Manejo de Emergencias y Desastres anunció que tiene listo un nuevo plan operacional de emergencias, pero rehusó proveer copia del documento aduciendo que es “confidencial”. Waddy González, funcionario de FEMA a cargo del área de salud en Puerto Rico, sostuvo en entrevista que el Departamento de Salud ha creado un nuevo plan de emergencia para el sector de salud pública, pero que no se ha hecho público a la industria hospitalaria o a la ciudadanía. El Departamento de Salud no respondió múltiples pedidos para que proveyera una copia de este plan.

Aunque el gobierno ha aceptado que muchas más personas murieron de lo que se estimó originalmente, no ha publicado ningún análisis de las causas de tan alta mortalidad, ni una nueva lista de víctimas.

Roselló también ha reconocido que los médicos no tenían el entrenamiento necesario para registrar muertes asociadas al desastre correctamente, pero el secretario de Salud, al igual que el Colegio de Médicos y Cirujanos de Puerto Rico, dicen que no es responsabilidad de los doctores anotar los factores no clínicos que conducen a la muerte.

El Instituto de Estadísticas de Puerto Rico está impulsando que el gobierno adopte los estándares de los CDC para registrar las muertes relacionados a los desastres naturales, y demandó al Departamento de Salud y al Registro Demográfico para que publiquen regularmente sus estadísticas de muerte.

Sin mejores procedimientos para registrar las muertes durante una emergencia, las autoridades locales y federales corren el riesgo de responder a ciegas, advirtió Mario Marazzi, director del Instituto de Estadísticas.

“Las estadísticas de muerte importan, porque salvan vidas”, dijo.